lunes, 23 de julio de 2012

HA LLEGADO EL MOMENTO DE REFLEXIONAR ACERCA DE LO QUE QUEREMOS SER

Este fin de semana pasado ha sido, a mi modo de ver, un auténtico ejemplo de lo que somos los españoles: Por un lado, y al hilo de la crisis, multitud de declaraciones cruzadas de los líderes políticos poniéndose a caldo unos a otros y acusándose mutuamente del desastre que se nos avecina. A eso se añaden las habituales proclamas nacionalistas amenazando con la insumisión, dejar de cumplir sus obligaciones y despedirse a la francesa de este país, acusando a España de todas sus desdichas. Y por otro, el devastador fuego del Alt Empordá que ha servido también de excusa para que unos cuantos descerebrados se crucen lindezas sobre lo que nos queremos unos y otros, y lo mucho que nos alegramos de la desgracia de los que, a su pesar, son aún sus compatriotas y conciudadanos. 


El conjunto de todos estos hechos y actitudes retrata de manera ejemplar nuestro carácter: Los españoles valemos fundamentalmente para dos cosas: Fomentar el odio y destruir. Por eso somos tan buenos guerreros y la historia lo demuestra. La terrible y sistemática masacre de nuestro propio patrimonio natural es un buen ejemplo. El que, en medio de la catástrofe económica y social a la que nos hemos abocado entre todos, bien dirigidos por nuestra maravillosa élite política y económica, sigamos dedicándonos no ya a desacreditar o justificar, si no a seguir incidiendo en ese odio al propio país, que en definitiva es también odio a todos sus ciudadanos, que todavía son nuestros hermanos, completamente indiscriminado e irracional, aún a costa de empeorar todavía más si cabe la situación, es un reflejo exacto de nuestra miseria moral y humana. Y en esto, lamentablemente, lo bordamos.


Por ello, en estos momentos es absolutamente imprescindible que todos los ciudadanos, sea cual sea nuestra condición, ideas y simpatías o antipatías, reflexionemos serena y profundamente, sin prejuicios intolerantes y limitantes. Y lo primero que deberíamos recordar, antes de seguir adelante, es que lo más importante de todo en esta vida somos nosotros, los seres humanos, las personas. Por encima de eso no hay nada: Ni religiones, ni nacionalismos ni nada. Y el ser humano está por encima de todo lo demás porque todo lo demás está creado por el ser humano, es decir es un producto artificial que en base a su creador podría ser así o de cualquier otro modo en cualquier momento, en función de las apetencias de los hombres que lo crearon, mientras que, por el contrario, el ser humano, las personas somos producto de la naturaleza y por lo tanto sagrados. No obedecemos a un capricho ni podemos ser transformados de un día para otro porque no les gustemos a nuestros padres. Pues bien, en ese contexto, todos los razonamientos que tienen su origen en un capricho o deseo de los hombres que provoca daño a sus semejantes y fomenta el odio irracional entre ellos no puede tener cabida ni prevalecer sobre el protagonista único y central de nuestra historia: nosotros mismos y nuestros vecinos o conciudadanos.          


Desgraciadamente llevamos muchos años alimentando todas las hogueras posibles, las morales y las materiales, y así hemos llegado adonde hemos llegado. Y si en esta tremenda tesitura tampoco somos capaces de dejarnos de sandeces, soberbias y odios, y ponernos de una vez a arrimar el hombro en la misma y única dirección posible POR EL BIEN DE TODOS, sin tener en cuenta afiliaciones, nacionalidad, vecindad, etc., entonces no tendremos derecho a quejarnos. Porque nos estaremos condenando inexorablemente a la destrucción y a nuestra desaparición. Pero la de todos, que nadie sea tan ingenuo y tan fanático como para creerse que él y los suyos se salvarán y saldrán adelante, y sus enemigos no. En este mundo tan globalizado ya no hay escapatorias individuales o parciales. Un país como España se salva o hunde en bloque, que nadie piense que él saldrá a flote mientras sus odiados vecinos se hundirán hasta lo más hondo y para siempre. Además de destructores compulsivos, no seamos tan necios por favor. 


Basta de odios, basta de protagonismos, basta de soberbias, basta de rencores y afrentas pasadas o históricas, eso no nos salvará. Somos todos personas, olvidémonos de nuestras siglas, de nuestros fanatismos y de nuestros enfrentamientos sistemáticos. Somos hermanos. Ni somos distintos ni tenemos credenciales especiales por nuestro origen. Nuestro origen podría haber sido otro bien distinto y nada habría cambiado de nuestra condición. Y cuanto más seamos mejor. La situación es crítica, dejémonos de pamplinas porque no queda tiempo y peleemos por todos nosotros, sin excepción. El ejemplo de otros países nos debería servir de acicate. Ahora mismo somos el hazmerreir del mundo, que asiste asombrado a nuestras permanentes disputas, incluso en un momento tan grave como el actual. No hay otra salida. Unámonos sin excepciones ni condiciones. Ayudémosnos o nos aniquilaremos, como ya nos ha sucedido otras veces. Aprendamos de una vez por todas y no volvamos a repetir nuestros errores ancestrales. Ya sabemos como nos ha ido históricamente con ellos. Cambiemos nuestra historia de una vez por todas y para siempre.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario